Dos pequeños fantasmas se mueven entre la vegetación de ribera que circunda el pantano de la Granda. En ellos predominan los tonos parduzcos, y apenas tienen rasgos distintivos que los identifiquen, salvo dos inconfundibles ojos de un apagado tono rojizo. Se trata de dos juveniles de curruca cabecinegra Sylvia melanocephala; tan esquivos y huidizos como sus padres están explorando su nuevo mundo.
Este no es el hábitat típico de la especie, propia más bien de los matorrales costeros con aladiernos y zarzas. Seguramente han abandonado el territorio paterno y se encuentran vagando a la busca de un lugar donde asentarse. La curruca cabecinegra es uno de los casos de mayor éxito dentro de nuestra avifauna; ausente hasta hace pocos años, en lo que llevamos de siglo XXI se ha extendido por todo el concejo y ahora existe ya un elevado número de parejas.
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