viernes, 30 de marzo de 2018

Machos, conviviendo

Las preciosas y populares mariagarcías, como así se conoce en Gozón a la lavandera blanca Motacilla alba, ya lucen su plumaje nupcial, caracterizado en los machos por unas notables manchas negras en la garganta y la parte superior del pecho, a modo de babero, y en la nuca. Aún no han comenzado la cría, pero pronto lo harán, ya metidos en el mes de abril.


La lavandera blanca es un ejemplo perfecto de cómo cambian los comportamientos de muchas aves en la época de reproducción frente al resto del año. Durante la cría es una especie muy territorial, defendiendo de forma agresiva el entorno del nido frente a sus congéneres. Por contra, fuera de este periodo resulta ser una especie muy sociable, soportando perfectamente la presencia de otros ejemplares a su alrededor.


Las explicaciones a estos cambios de comportamiento presentan, como ocurre casi siempre, una explicación evolutiva. La familia de los motacílidos, a la que pertenece la lavandera blanca y otras especies comunes como los bisbitas, no presenta hábitos coloniales como sí lo hacen otras aves ligadas a medios humanizados como los gorriones o los hirundínidos (aviones y golondrinas) y su modelo de cría es territorial, aunque en algunos casos las parejas formen pequeñas agrupaciones.


Sin embargo, una vez terminada la reproducción, las lavanderas blancas se agrupan en pequeños bandos en las zonas de alimentación, e incluso forman grandes dormideros, de los mayores conocidos en nuestras latitudes. Este hecho aumenta sus posibilidades de supervivencia, ya que hace más fácil por ejemplo la detección de posibles depredadores. Por eso fuera de la época de cría reprime el comportamiento territorial, y no resulta difícil detectar varios machos juntos y conviviendo, como estos que observé esta semana en el pantano de La Granda. Dentro de unos días esta convivencia será ya imposible.

viernes, 23 de marzo de 2018

Haciéndose al hombre

La paloma torcaz Columba palumbus es una columbiforme robusta, que se caracteriza por sus manchas blancas en las alas y el cuello. Su hábitat tradicional se puede definir como de ecotono, ya que gusta de vivir en zonas arboladas que bordean espacios abiertos, utilizando éstos para alimentarse y las áreas más frondosas para ocultarse y nidificar.


Sin embargo, desde finales del siglo XX esta paloma ha ido acostumbrándose de manera paulatina a la cercanía del hombre. Así, se han ido estableciendo pequeñas colonias urbanas en parques y jardines, las cuales tienen evidentes ventajas frente a sus vecinas silvestres, particularmente la abundancia de alimento, así como más posibilidades de refugio y seguramente menos predadores.


En la ciudad de Avilés pueden observarse unas cuantas torcaces repartidas por los parques urbanos, a las cuales corresponden estas fotos. Su espectro alimenticio es muy variado, desde bayas y semillas o brotes como materia vegetal, hasta pequeños insectos o lombrices como materia animal. Para la captura de lombrices aprovecha sobre todo los días lluviosos, en los que pueden extraerlas mejor gracias a que la tierra está más blanda.



jueves, 15 de marzo de 2018

Nuevas invernantes

Muchas aves van cambiando sus costumbres a lo largo del tiempo, transformando alguno de sus hábitos de vida. Así, pueden modificar sus rutas migratorias, colonizar nuevas zonas de cría o seleccionar áreas alternativas de invernada. Un ejemplo de esto último lo representa el aguililla calzada Hieraaetus pennatus.


La calzada es una rapaz tradicionalmente migradora, que en Europa se comporta como migrante transahariana. Presenta 2 áreas principales de cría, en torno al SO de Europa y N de África la primera, y el E del Mediterráneo y Rusia la segunda. Estas poblaciones pasan el invierno en África al sur del Sahara, como se puede ver en el mapa de la IUCN para la especie.


A finales del s. XX, sobre todo a partir de los años 80, se empezaron a observar ejemplares invernantes en la Península Ibérica, sobre todo en el sur y el mediterráneo, aunque parece ser que antes incluso comenzó a hacerlo en las Baleares. Son aún una pequeña parte de la población, pero parece que va en aumento. Este invierno último también se ha detectado en Asturias, con un par de ejemplares en torno a Gijón, detectadas por mis compañeros Yoli y Laure, o la que ilustra las fotos de esta entrada, que yo mismo pude observar en torno al pantano de Trasona a finales de febrero.


No es seguro que este ejemplar haya invernado por la zona, aunque sí muy probable. Las ventajas de este comportamiento son evidentes, ya que estas águilas se ahorran los viajes de ida y vuelta cruzando el peligroso desierto del Sahara, y además pueden llegar antes a sus zonas de cría. Los riesgos también están claros, ya que aunque la calzada es una rapaz bastante generalista, la disponibilidad de presas en invierno es mucho menor para los ejemplares que se quedan que para los migrantes. Estos, al fin y al cabo, viajan junto con las aves que han aprendido a cazar aquí.

domingo, 11 de marzo de 2018

De octubre a marzo.

El mes de marzo marca el final del invierno, y es el tiempo de partida de la mayor parte de las aves paseriformes que llevan con nosotros ya una buena temporada. Por ejemplo en los eriales de Verdicio ya quedan sólo unos pocos ejemplares de escribano palustre Emberiza schoeniclus, la mayor parte de ellos hembras o juveniles.


El tiempo de estancia de los paseriformes invernantes en Asturias, llegados de otras zonas del continente europeo, suele ser coincidente en la mayoría de las especies, desde octubre hasta marzo. No todos los ejemplares permanecen durante todo ese periodo, evidentemente, pero sí son los meses en que mejor se detecta la llegada y partida de estas pequeñas aves, como es el caso también del bisbita pratense Anthus pratensis. En esta especie podremos registrar también bandos en abril que seguramente estarán en migración activa.


Otro caso típico es el de la lavandera blanca de la subespecie inglesa, la lavandera enlutada o pía Motacilla alba yarrellii. Ahora además la podemos distinguir mejor porque ya ha mudado a su precioso plumaje nupcial, en el que destacan los tonos negro azabache. En marzo se vuelve más notoria porque muchos ejemplares en migración se detienen en Gozón antes de dar su último salto a sus lugares de cría en las islas británicas.



lunes, 5 de marzo de 2018

Del norte, y al norte.

La semana pasada tuvo lugar en buena parte de Europa una notable ola de frío, la más importante de este invierno y quizá también de los últimos años. Algunas aves son especialmente sensibles a estas circunstancias climatológicas especiales, destacando sin duda el chorlito dorado Pluvialis apricaria. Así, durante unos días cientos de aves de esta especie se pudieron observar a lo largo del litoral asturiano.



Estos bandos que se registraron durante estas fechas se encontraban aquí sin duda huyendo de los extremos fríos europeos. Aunque más bien se puede decir que huyen de la nieve y el hielo que cubren los campos donde invernan, y que les impide alimentarse adecuadamente. Los principales lugares de refugio en el concejo de Gozón fueron el Cabo Peñas y la playa de Bañugues, donde pude tomar estas fotos.



Lo curioso del caso es que la ola de frío de este invierno ha sido bastante tardía. Así, estos chorlitos dorados que vienen del norte han coincidido geográficamente con otros congéneres que iban hacia el norte, viajando desde sus áreas de invernada, probablemente en zonas más al sur de la Península Ibérica. Tal es el caso de un grupo de unas 50 aves que llevaba ya más o menos dos semanas en zonas de labrantío del Cabo Peñas.