La biología de este precioso escarabajo es fascinante. Las larvas se alimentan en tocones de árboles de la madera en descomposición, durante un periodo muy variable que puede ir de uno a siete años. Esta dieta es posible gracias a que albergan en su interior bacterias capaces de degradar la celulosa. Aunque se cita frecuentemente que viven en bosques de robles en realidad son capaces de alimentarse de un buen número de árboles, y de hecho en la campiña atlántica alcanzan sus mejores densidades. Una vez que alcanza el estado de pupa, la metamorfosis se produce en otoño pero los adultos no emergen hasta el final de la primavera siguiente.
Los adultos sólo viven entre quince días y un mes. Se observan en verano, de finales de junio a finales de agosto o comienzos de septiembre, con máximos en julio. Parece ser que para aparearse los machos se concentran alrededor de las hembras, peleando entre ellos con sus grandes apéndices a semejanza de los ciervos. Durante este periodo apenas se alimentan de savia azucarada que lamen de las heridas de los árboles o jugos de frutas maduras.
El ciervo volante es una de las especies de insectos más estudiadas. Parece estar en regresión en buena parte de su área de distribución europea, lo que hace que figure en varios catálogos de protección de la fauna. En la Península Ibérica se distribuye sobre todo por la mitad norte, con su óptimo en la franja atlántica entre el País Vasco y Asturies. Aunque su situación aquí no parece ser demasiado mala, perviven diversos factores de amenaza como la pérdida de hábitats, el atropello de ejemplares en carreteras o la caza de ejemplares para coleccionismo.
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