Casi sin darnos cuenta, en este año marcado por la pandemia, las aves han completado la época de reproducción, y muchas de ellas han comenzado su migración postnupcial. Las aves terrestres se empiezan a mover a partir de mediados de julio, y las que primero lo hacen son los migrantes transaharianos, los que se dirigen más allá del desierto del Sahara a pasar el invierno.
Así, desde finales de dicho mes de julio son notables las concentraciones de golondrina común en los cables, como esta de unas 70 aves que detecté en la zona de Nieva.
En estas concentraciones se reúnen tanto aves adultas como juveniles del año, éstos últimos aprenden de sus mayores técnicas de alimentación y vuelo, y además se familiarizan con el entorno donde si son afortunados (un 20% aproximadamente) volverán el año que viene para criar.
Por su parte, también a partir de mediados de julio nuestros vencejos comunes se ponen en marcha. Una vez que los juveniles son capaces de valerse por sí mismos su sonido inconfundible deja de escucharse en pueblos y ciudades. En agosto se observan buenas concentraciones migratorias en puntos favorables de la costa y la montaña.
También comienzan a verse los migrantes que proceden de Europa y que no crían aquí. Por ejemplo los mosquiteros musicales, el ave más frecuente en la migración postnupcial con diferencia, seguramente varios cientos de millones. Hoy sorprendía a uno de los primeros también en la zona de Nieva, alimentándose activamente.
Para el mosquitero, igual que para otros migrantes transaharianos, ésta es la primera avanzadilla. Una vez transcurridos varios días del mes de agosto llenarán la campiña cantábrica, un enclave de gran importancia para alimentarse y recobrar fuerzas en el periplo que les conducirá a sus cuarteles de invierno.
También vi estos días mi primer y único mosquitero musical. A la espera de empezar a ver papamoscas y otros migrantes. Muy bonita entrada, Pin.
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