Comentaba en una reciente entrada del blog que en esta
primera etapa de la migración postnupcial de paseriformes los protagonistas
principales son las aves transaharianas, que invernan al sur del Sahara. Una de
las especies más llamativas y conspicuas de esta migración es sin duda el papamoscas
cerrojillo Ficedula hypoleuca, que se puede detectar por casi cualquier lugar,
a veces en gran número.
Prácticamente todos los papamoscas que se observan en esta
época, al igual que ocurre con muchas otras especies, son juveniles nacidos
este año. Y viajan solos, sin la compañía de los adultos. Podemos preguntarnos
entonces cómo encuentran el rumbo a su zona de invernada, en una estrecha
franja del Oeste de África, en la zona del Sahel. Pues bien, está ámpliamente
demostrado que la ruta migratoria en el primer año de estas aves está grabada
en sus genes, o como se solía decir antiguamente, hacen este viaje "por
instinto".
En ese instante entra en acción la segunda parte de la ecuación, la brújula.
Los papamoscas son migrantes nocturnos, y utilizan dos tipos de brújula para
guiarse en sus desplazamientos. Uno de ellos es el mapa estelar, pero el más
importante parece ser el configurado por el magnetismo terrestre. Los pájaros
son capaces de detectar las líneas del campo magnético del planeta y de adecuar
la dirección de su vuelo de acuerdo a la dirección de estas líneas.
Además, la dirección que sigue cada ave depende mucho de la
zona en que haya nacido. Así, los papamoscas del oeste de Europa, que son los
que se detienen por aquí, tienen marcada una dirección SO o SSO en una primera
etapa de la migración, que les conduce a la principal parada en la ruta
migratoria de la mayor parte de ellos, el NO de la Península Ibérica.
Pero los papamoscas necesitan en ese momento cambiar la
dirección de su ruta migratoria, porque de seguir el mismo rumbo terminarían en
el Océano Atlántico. Es entonces cuando entra en juego la segunda
componente del campo magnético, la intensidad. El campo magnético en cada punto
de la Tierra se caracteriza por estas dos variables: la dirección de las líneas
y su intensidad. Los papamoscas están genéticamente programados a detenerse
cuando el campo alcanza una intensidad determinada, y en ese momento variar el
rumbo de su migración. Es precisamente esta región, el NO ibérico, la zona
clave donde los papamoscas realizan este cambio de rumbo, para seguir una dirección prácticamente Sur.
Desde aquí a su zona
de invernada les esperan aún muchos km y la mayor dificultad geográfica de
todas, atravesar el inmenso desierto del Sáhara.
Las fotos que ilustran esta entrada son de papamoscas
observados por mí en el parque de Avilés y en Cabo Peñas en lo que va de
agosto.
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